martes, 31 de julio de 2018


El sol ilumina. Raramente no extraño ese gris plomizo y lluvioso que tanto seduce.  Los algodones de invierno y el frió, igual dicen presente. No escapan de esa luminosidad invariable de nubes ausentes. Las manos se esconden todavía en bolsillos sedientos de visitantes que los acaricien. Las bufandas abrigan temerosas de asfixiar a un huésped taciturno.  El invierno resiste, pero hoy transita un camino diferente. La primavera, tímida y ansiosa, se anuncia jugando a las escondidas entre las sombras.

sábado, 28 de julio de 2018


Bronca. Bronca que no ríe satisfecha. Se eleva en alas de letras y palabras que se anudan entre vientos imprevistos. Buscan cause en metáforas desoladoras o de pujante aliento frió y combativo. Alegorías que ayudan a existir. Se transforman en refugios invisibles que debilitan la destrucción y el desconsuelo. La tormenta de angustia que arrasa, que quema, extrañando hasta el dolor. Escribo y levanto vuelo. En ocasiones, las densas nubes son mi piso, ya no mi techo. Por sobre ese gris plomizo,  profundo y oscuro, es un poco más fácil sobrevivir de las ausencias.

miércoles, 25 de julio de 2018

Extrañaba pensar y pulsar tus letras. Formar palabras que hablarán ese idioma nuevo pero tantas veces escrito. Que hicieran sentir el vértigo de un pensamiento que toma forma. Hoy no importa tanto lo que diga. Tal vez el tema sea nada más que encontrarnos. Solo un sentimiento escondido. Clandestino por jornadas de ausencia. Que esperaba un primer intersticio para colarse entre mis dedos.Y expresarse. Con expresiones sencillas y tranquilas. Ansiosas y desesperadas.  De bronca que forma alas y toma imprevisto vuelo. De todo, de nada.

sábado, 14 de julio de 2018


Hoy no me siento todo yo mismo. Pocas veces mis sentidos se han divorciado con tanta claridad de esta mente que dibuja letras y palabras. Fluyen sensaciones ciertas a mi conciencia, pero extrañas a mi cuerpo .Veo y huelo. Pero no puedo alcanzar aquello donde se posa mi mirada. Ni sentir en mis adentros esos olores tan ajenos. Se nubla mi entendimiento al intentar explicarlo. Es como....
Como una visita a domicilio que se recibe por cortesía pero apenas se tolera. Como si mis huesos no me llevaran en sus andas, sino a un desconocido que siempre calla.¿Quién será el extranjero que cruzó mi frontera sin un pasaporte en regla? ¿Quién, sin pedir permiso juega con mis manos en el aire y lleva esta cansada existencia  a lugares extraños? ¿Quién?


Extraño hasta el dolor.... A mis hermosos cachorros. A sus risas, sus dulces y chiquitas manos. Sus abrazos suaves y envolventes. ¿Dónde están ahora? ¿En la escuela?  ¿Enojados con papá?  Y ¿por qué? Nunca un abandono, ni una centésima siquiera. Entrega y amor, no otra cosa. Una ausencia de años sólo posible por imposición. Se impuso la maldad, el resentimiento, el odio ajeno. Ajeno a lo que siempre  nos sentimos y alegramos. Hoy todo anegado. Por el barro negro de la desidia y una perversión planeada y sistemática. Hoy, ustedes mismos me eluden. No atienden o, mi Uli, ataca y agrede. Pero espero. Esperaré todo lo necesario. Para volver los cuatro juntos. A sentirnos, disfrutarnos. Querernos y acompañarnos. Extraño hasta el dolor.

Doble en Yerbal y llegó un regalo de paz. Llegó sin anunciarse. Sorprendiéndome en sus silencios ausentes y escasas presencias. Fue imprevisto. Sin carteles luminosos, sin publicidad insidiosa, ni nada que lo aclame. Tan abrupto, que casi derrumba mi cuerpo endeble frente a tanto rumor agresivo de otras calles, otras gentes. Cruzo por Yerbal y continuó.....Por este camino tranquilo. Tranquilo, pero adyacente a tanto ruido. Que altera y enferma.  
Que empobrece mi alma. Como capitalista que esquilma y lastima. Que irrita mi bronca. Que la inunda de celo y dolor.  Dolor que Yerbal calma,  con sólo encontrarla.

martes, 10 de julio de 2018


Hoy la angustia me pide que escriba. Que le dedique letras, palabras y frases desconocidas. Tal vez quiera jugar con ellas y transformarlas. O pensarlas, o buscar un cauce para esa calma que no llega . La verdad, no sé qué escribirle. Siento que me hace trampa y encierra en su oscura esencia. Me incita a buscar expresiones de desahogo y, mientras tanto, me clausura las puertas de la escritura. Puertas siempre difíciles y escurridizas. Que el dolor alienta, pero también obstruye. De duras bisagras por momentos enmohecidas y, en otros, que se deslizan suave y dulcemente. Al menos queda lugar para escribir sobre ella y sus viajes eternos sobre mi cuerpo, sobre mi mente. Angustia que viene, se queda, desaparece y regresa. De recuerdo de hijos presentes, presentes de ausencia. De espera.


domingo, 8 de julio de 2018


Tanto ya se ha escrito sobre él. Día que permite sentir una triste melancolía aun en medio de una fiesta. De atardecer rebelde que se resiste al desanudo de una angustia penetrante. De matices de gris que asoman sin pedir permiso aun cuando el sol ilumine sin obstáculos. Jornada de paradojas. Sensaciones y estímulos que sacuden salvajemente todos nuestros sentidos acostumbrados a otros ruidos y olores. Pero lo hacen desde una paz anodina incomparable a la de cualquier otro tiempo de nuestra vida no eterna. Cientos de palabras te han rendido homenaje, Domingo.

Sin embargo, no sé si algún mortal nos ha escrito sobre ellos. Habitantes que pueden verse en cualquier jornada, pero que ese día invaden nuestras veredas y tachos de manera más nítida y clara. Son protagonistas silenciosos y en apariencia ensimismados. Temiendo al olvido definitivo y al desamor del abandono. Algunos de ellos sufriendo el despecho de un pasado que estuvo muy lejos del íntimo deseo. Otros, con miedo y terror a un nuevo presente que desmerezca su ilustre memoria.  Un rompecabezas de un pretérito que ya no existe y que acaba de dejar de ser. Son objetos que se niegan a transformarse en desechos, temen el descanso eterno. Que nos miran tímidamente implorando que los llevemos para comenzar una nueva historia.

La calma del domingo resalta aún más su presencia. Las calles y avenidas de sonidos apagados y silencios presentes nos impiden no escucharlos, no verlos, ignorarlos.  Muebles, cajas, revistas, discos, remedios, papeles, juguetes y ropas. Muchas ropas. Cambalache de olores, historias de vida desanudadas esta vez por el paso del tiempo o la muerte.

Y esas fotos, algunas derruidas y manchadas. Que nos miran fijo. Que tal vez se recuerdan a sí mismas en el momento en que fueron paridas a este universo humano.  No pueden creer estar así, abandonadas en una vereda agresiva. Temiendo a ser mojadas por algún perro travieso. Quizás llorando todavía la desaparición reciente del ser que le dio imagen, que le dio sentido a su existir. Quién o quiénes habrán sido ellos. Hoy ya poco o mucho importa para nadie o algunos, vaya a saber.

Y esos libros aterrados.  Ansiosos por preservar su mensaje. Por recibir nuevas y dulces miradas a sus palabras. Temerosos ante todo del fuego y del reciclaje; difícil soportar la idea de transformarse en una nueva pasta. En una que de origen a  prensa amarilla o revistas de moda y espectáculo. Deseosos de estar en otras mesas de luz o en estantes nunca experimentados. Codearse con  tomos otrora desconocidos, que tal vez les hablen y les enseñen idiomas nunca imaginados.  Esperanzados con el paraíso que ansía toda obra: tener como hogar una biblioteca circulante. Que les permita conocer un amplio universo de lugares, dormir en distintas camas y respirar aires diferentes.Donde puedan dialogar con ojos forasteros despiertos o empecinados en no cerrarse frente al sueño invasor. Pero, principalmente, donde puedan sorprenderse ellos mismos con  significados impensados para sus letras.Y volver a vivir.


Me preguntan y ya no escucho. Mis pequeños y dulces alumnos. Pagan el costo de tantos años, años y tiempo de enseñar. Recuerdan a mis tres cachorros. Tan presentes, y por eso más ausentes que nunca. Ser padre así es una tortura por momentos interminable. Muchas veces evado ignorando. Cuando ya no puedo,  el sufrimiento es doble. Por no tenerlos y por la culpa de olvidarlos para poder seguir viviendo. Pero se levanta mi Thiago,  me interroga por su tarea.Pero no es él. Es sólo una fantasía la que copia sus rasgos.  Me permite imitar un sentimiento de cercanía en mi imaginación.  Que estará haciendo ahora. Y Ulises?


Horas perdidas que se suceden sin fundamento. La existencia desemboca en mares desconocidos y se pierde en tormentas inacabadas. Corre, corre y sigue fluyendo. Pasa por nuestro cuerpo sin mojarnos. Aunque nosotros mismos seamos el torrente. La vida nos es ajena por momentos.



Olvidadas en el tiempo, pérdidas en algún cajón o desván,  nuestras figurítas resisten en la memoria y el sentimiento de todos aquellos que alguna vez sufrimos por las "difíciles" y disfrutamos la deseada pelota de cuero número 5.
            Rara paradoja. Casi todos nosotros, niñas o niños, alguna vez coleccionamos nuestras figurítas. Aún aquellos con escasos recursos, siempre se las ingeniaban para poder tener algunas; aunque pocas, pero muy preciadas. Sin embargo, llegada la adolescencia, pasan al olvido, son "cosas de chicos" o nuestras madres las tiran para hacer lugar. Ya parecen solo objetos del pasado y, de haberlas tenido muchos de nosotros, pasan a ser algo raro, inencontrable y, en algunos casos, casi inexistentes. No obstante, todo queda. Y cuando el recuerdo vuelve, muchas veces ELLAS ya no están. Este libro es nuestro homenaje. Traerlas nuevamente del pasado, del recuerdo de nuestra infancia perdida a nuestro presente que todavía se emociona al verlas, olerlas y sentirlas.


Tiempo a tiempo me siento un observador de la vida. Viajo por ella en una autopista con carril exclusivo que parece ir a todos y a ningún lado. Sólo en ocasiones puedo tomar desvíos que conectan con la rutina. Con ese tránsito mundano que fluye por si sólo; que cobra sentido sin necesidad de preguntárselo. Por momentos, ese extrañamiento permite contemplar la belleza y poesía de lo mínimo. En otros, ahoga. Logra asfixiarme al correr el velo que oculta el vacío del todo. Al enfrentarme con la  fría razón y terminar en el precipicio de la nada.



El mañana nos alcanza cuando muchas veces ya es tarde. La experiencia florece sin ser ya primavera. Donde otoños gastados atraparon hace tiempo esos pasos antes tan largos. Cuando los tallos ya usaron lo mejor de su savia. Cuando nuestras hojas amarillentas nos muestran sin vergüenza su caída.

martes, 3 de julio de 2018



Dolor que duele de ausencia. Ausencia, de resentimiento y odio inducido. Ausencia, que se evade y aparenta desentenderse. Y falta. Falta aparente, de presencia clandestina que alivia con una gracia pasajera. Cuanta maldad. Resentimiento y perversión de madre mal parida. Manipulación que se ensaña y arrasa. Arrasa con su propia simiente. Mis cachorros me necesitan; yo a ellos. Espero. Espera de un tiempo donde los lazos se recompongan en su naturaleza de tiempos compartidos. Donde abrazos y caricias, disimuladas por la adolescencia de los años, se reencuentren sin fronteras. Cuanto ahogo. Dolor profundo, como un quebracho que aplasta y penetra el alma. Que quema llegando a los huesos. Fuego que carcome la médula y la astilla sin culpa. Humo que asfixia, hasta negarme la existencia y ofrendarme una vida a medio vivir.


domingo, 1 de julio de 2018


- Con cada nueva lectura, te voy conociendo y queriendo más.  
- Con cada letra, cada signo y cada silencio que compartimos, se va entrelazando el conocernos con el querernos.





Que placer ver que las letras fluyen, pasean y se escapan en silencio de mis labios y se reproducen en la mente. Luego las veo plasmadas en las hojas aunque intenten esconderse por temor. Y no puedo terminar de entender. No comprendo como soy yo el que  puede enhebrar este tejido asombroso a mis ojos y placentero a mis oídos. Una crítica no muy severa destacaría innumerables errores, desviaciones y lugares comunes. Tal vez algún pasaje pueda ser observado con simpatía compasiva. Tal vez, alguna metáfora señalada por su gracia pese a la ausencia de virtudes literarias. No las tengo, y seguramente no las tendré. Pero eso mismo es lo que penetra mi interior y lo deleita. Lo que permite florecer la sorpresa que se entretiene jugando con lo inesperado. ¿Cómo explicar ser el demiurgo de párrafos antes siempre inexistentes y que cobran significado al ser entretejidos? Que ponen en letras y signos tantas sensaciones y pensamientos que fielmente me han acompañado durante años.  Por momentos, ocultos y tímidos, en otros fervientes y perturbadores. Me desconozco sin embargo al verlos escritos y en el suceder de sus mágicos y nuevos sentidos. Tan acostumbrado al ensayo de humanidades y ahora sintiendo el lúdico placer de la libertad. Nada mejor que no ser emboscado y  torturado por aquellas reglas consensuadas entre los que saben. El corsé a la expresión me ahogaría en un lamento continuo y mi contento se convertiría en una elegía permanente frente a faltas graves que no sabría corregir.






Su finalidad es trasladarnos en el Espacio; no hay duda. Sin embargo, con solo ingresar en sus oscuros pero iluminados pasadizos, las antigu...