martes, 21 de febrero de 2023

"Todos somos Aimar...", es "tendencia" en las redes. Y sí. Hasta tal limite se va destruyendo nuestra existencia. Y, cuidado, no porque la pasión relacionada con el futbol sea algo menor e intelectualmente desechable. No. Para nada. Nunca me animaría a realizar una afirmación tan alienada de la realidad. Amo este deporte y la pasión que alienta.

Pero estos niveles de exitismo/derrotismo, vida/muerte, triunfo/derrota son, cada vez más, otra cosa. Cobran una dimensión, día a día, mas patológica, mas  preocupante. Preocupa, por lo que expresa de vacío existencial. Preocupa por que, casualmente, coincide con la dinámica de un mercado que devora a su propio consumidor a través de la ansiedad y la angustia acumulada.
El pobre Pablo Aimar casi se "infarta" después del primer gol argentino. ¿Qué hay detrás de esa genuina descarga de angustia; qué, en el fondo de esa situación?
Al mercado no le importa demasiado. Al contrario, su imagen casi desfalleciente
--entre la alegría y la descompresión exaltada- sirve para seguir vendiendo un modelo de consumidor de sensaciones . Podemos, si queremos, hacer oídos sordos y seguir caminando sobre la cornisa. Pero no nos engañemos. El triunfo y la derrota, cada vez se van pareciendo más en esta concepción ultra mercantilista del futbol.
Del futbol en noviembre. Del mundial en Qatar. Ojalá, muchos menos seamos Pablo Aimar. No solo por él, justamente. Sino por un futbol y una sociedad un poco mas sana. Aunque sea, un poco.

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