martes, 9 de agosto de 2022

 A veces, te busco. Durante un espacio de tiempo que ni siquiera llega al segundo, me olvido que ya no estas en ningún lado. Que es imposible verte, hablarte, oirte. Me sorprendo a mi mismo entendiendo en primera persona la palabra extrañar.

Te mandaste miles de cargadas viejo. Algunas, bastantes feas. No obstante, a tu manera y desde tu difícil forma de ver la vida, nos acompañaste y ayudaste mucho; especialmente en tus últimos veinte años. Conmigo, llegaste a ser un papá y  "amigo". Verdad es que, por una cuestión generacional, tuve la suerte de no vivir tus "peores" capítulos. Eso, no viene ahora al caso. Fue así. 

Escribiendo y pensandote me doy cuenta que, en varios momentos, logro que "estes". Al menos existís en el recuerdo.  Y, haciendo un poco de trampa, a ese lugar te mando un Feliz Dia Papá. 

(Escrito el Día del Padre en junio de 2022. Casualmente, sí de manera totalmente casual, vengo a escribirlo en este sitio un 9 de agosto de 2022. Feliz Cumple viejo)

 

 Algo similar a la sensación de felicidad, es pariente cercano del no tiempo y el no espacio.

 La paz del domingo transita por la calle Quito. Gris y lluviosa mañana de invierno, regresando del Parque. La absoluta libertad se adhiere al cuerpo.  Transitar esa vía desolada pisando las huellas de vehículos fantasmas, no es algo que sucede cotidianamente. Cuadras y cuadras, no hay nada ni nadie. El silencio es casi absoluto. De pronto, una visión parece distorsionar, aún más, el tiempo y el espacio. Ante mi asombro, la existencia descansa en un gris sillón para intentar contemplarse a si misma. El viejo mueble, mojado y en compañía de un gran tacho de desperdicios, parece querer contar miles de sueños antes de emprender su viaje hacia lugares y situaciones desconocidas. Intento varias lecturas de la imagen. Ninguna termina de convencerme. Comienzo a mojarme; debería continuar el camino,  no puedo. Como un imán, el sillón parece rogarme que lo aleje de su actual compañero de ruta. Intento explicarle que es imposible que lo tiren dentro del gran recipiente de desperdicios; que, seguramente, alguien lo llevará. Es en vano, no sé en que lenguaje comunicarme. La ropa mojada me recuerda que la poesía del momento, tal vez sea hermosa, pero la realidad de una potencial gripe es mucho más concreta, real y peligrosa. En medio del cielo plateado y el negro del pavimento, sigo mi destino dominguero sobre el asfalto de Quito. Vaya uno a saber, cuál será el de ese antiguo y gastado asiento abandonado. 

 

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Su finalidad es trasladarnos en el Espacio; no hay duda. Sin embargo, con solo ingresar en sus oscuros pero iluminados pasadizos, las antigu...