sábado, 30 de junio de 2018



Es sólo una imagen que engaña, pero en mi inocencia le creo. Me permite verte caminando cuando recién empezabas a conocer que existías. Cuanta tranquilidad trasluce esa plaza. Sosiego y armonía de pueblo chico, vientos de olor a cal. De silencio, pero de cuentos insidiosos. ¿Estarán tus pasos marcados en el dibujo? Tal vez sí.  Pero no los veo. Quiero imaginarlos, lo logro. Sin embargo, busco tu cara y parece esconderse entre diáfanos colores. Sólo veo imitaciones desiguales que transitan rutinarios caminos escolares. Te pienso en paseos, juegos y tristezas. Todo aquello que puede albergar esa manzana de árboles y asientos. Te observo de niña y adolescente. Mirando chicos, pájaros, o hacia la nada. Con expresiones inocentes, esperando un tiempo de todo, de sueños probables e  imposibles. Tal vez sorprendida de ver jugando al verde y el amarillo en una alfombra de otoño. Como me gustaría cambiar la lámina por una foto donde fueras vos la del blanco y planchado delantal. Como me gustaría tomar una tijera, recortar tu silueta y abrazarte. O, mejor aún,  trasladarme en un pase de magia a ese tiempo y espacio. Buscar una pluma certera que me dibuje a distancia y me incluya en tu dimensión. Y rogar que un viento fresco y travieso arremoline infinitas hojas para que no puedas verme. Y  un día, muchos años después, hoy mismo quizá, contarte que te vi hace tanto que parece siempre.
(Para Claudia)



lunes, 25 de junio de 2018


Cuándo sucedió. En qué momento. Cómo fue que mi yo se divorció del flujo mismo de la realidad. De la vida cotidiana sobre él. Desde ese día,  o tal vez desde  ese momento, pude empezar a mirarme con extrañamiento. Sentir que la verdad material me envolvía en sus tentáculos, pero me era totalmente ajena. Como un río que perdió contacto con su afluente. Como un mar inmenso en el cual ya no me hundo. Sólo floto sobre él.


domingo, 24 de junio de 2018


Me pongo a escribir. No sé bien por qué, ni con que motivo. Mientras, suena música de U2 y a lo lejos las voces de mi suegra y mi mujer. Se acompañan a la distancia. Se conectan en charlas de presente con detalles mínimos de cotidianidad. Y en un pasado que reverdece por instantes para luego volver a esconderse en ese lavadero polvoroso de patio de pueblo.  Sus soledades desaparecen en un torbellino de palabras interminables; palabras que se extienden sin importar tanto su contenido o importancia. Su valor es que los diálogos sigan jugando el eterno vínculo. Como si el cordón que alguna vez fuera umbilical, hoy haya sido reemplazado por una llamada inalámbrica que perdura aun cuando se corte.



Caminaba como tantas veces en mi vida por veredas de domingo. Sensaciones especiales que sólo sentimos ese día. Totalmente distintas pero muy conocidas. Un silencio profundo y subyugante. Olores distintos. Olor… vaya saber a qué.  Un movimiento más definido por la quietud que por él mismo.



Me lo olvidé. Tal vez haya sido una suerte. No lo sé. Hasta que no vea ese vidrio y su consabida rajadura, no podré enterarme. Está pegado a mí. Útil y práctico se acomodó hace más de un año ya. Su conveniencia logró vencer prejuicios, miedos y neurosis. Algunos, por cierto, no tan errados. Pero está. Y cuando su sonido me anuncia tu contacto o el del cachorro que todavía me recurre, todo se comprende. La duda desaparece, parece sólo un cuento nunca contado, un ruido nunca emitido y un día todavía no amanecido.


sábado, 23 de junio de 2018


La ciudad se mueve a mí alrededor. Como si ella estuviera viajando y no yo. Aumenta nuestra distancia y logra que mi cuerpo denuncie tu falta. Todavía el tuyo perdura y es claro a mi mente. Mi tiempo actual se cruza otra vez con ese espacio del pasado, que ahora es presente. Aquel que horas antes me acercaba a tu presencia y me inspiró otros sonidos. Letras anudadas por un fino cordel. Que fueron cobrando forma. Lenta, lentamente. Hasta que se acercaron a tus oídos.



Paradojas si las hay. Las letras me salen sólo si es para contar su ausencia. Tal vez viajen quien sabe por dónde. Inspiren otras mentes que antes me las habían prestado o se escurran lentamente por savias desconocidas. Hoy y ayer, y siento que mañana, solo puedo hablarte de mi silencio. Aquel que sin embargo ahora escribe y se oye a sí mismo. Entre ladridos que retumban en esta plaza tan nuestra. De foto de ausencia y recuerdos presentes de hace solo dos días.  Enredadas entre las hojas de sus árboles volvieron algunas palabras. Recién horneadas, tímidas y escondidas. Que suerte, ahora puedo hablarte con ellas. Y no solo de su viaje a espacios y lugares apenas percibidos.

Hola. Aquello que vaya apareciendo en este espacio, solo tendrá sentido con cada nueva lectura. Sirva, por lo menos, para pensarnos un poco más.

Su finalidad es trasladarnos en el Espacio; no hay duda. Sin embargo, con solo ingresar en sus oscuros pero iluminados pasadizos, las antigu...