domingo, 24 de junio de 2018



Me lo olvidé. Tal vez haya sido una suerte. No lo sé. Hasta que no vea ese vidrio y su consabida rajadura, no podré enterarme. Está pegado a mí. Útil y práctico se acomodó hace más de un año ya. Su conveniencia logró vencer prejuicios, miedos y neurosis. Algunos, por cierto, no tan errados. Pero está. Y cuando su sonido me anuncia tu contacto o el del cachorro que todavía me recurre, todo se comprende. La duda desaparece, parece sólo un cuento nunca contado, un ruido nunca emitido y un día todavía no amanecido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Templo permanece intacto. Ni Menem, ni el liberalismo cipayo de Macri y sus amigos, pudieron derribar sus viejos muros que resisten. Ni s...