Tiempo a tiempo me siento un observador de la vida. Viajo por ella en
una autopista con carril exclusivo que parece ir a todos y a ningún lado. Sólo
en ocasiones puedo tomar desvíos que conectan con la rutina. Con ese tránsito
mundano que fluye por si sólo; que cobra sentido sin necesidad de
preguntárselo. Por momentos, ese extrañamiento permite contemplar la belleza y
poesía de lo mínimo. En otros, ahoga. Logra asfixiarme al correr el velo que
oculta el vacío del todo. Al enfrentarme con la fría razón y terminar en
el precipicio de la nada.
domingo, 8 de julio de 2018
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