domingo, 8 de julio de 2018


Tiempo a tiempo me siento un observador de la vida. Viajo por ella en una autopista con carril exclusivo que parece ir a todos y a ningún lado. Sólo en ocasiones puedo tomar desvíos que conectan con la rutina. Con ese tránsito mundano que fluye por si sólo; que cobra sentido sin necesidad de preguntárselo. Por momentos, ese extrañamiento permite contemplar la belleza y poesía de lo mínimo. En otros, ahoga. Logra asfixiarme al correr el velo que oculta el vacío del todo. Al enfrentarme con la  fría razón y terminar en el precipicio de la nada.


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