miércoles, 29 de agosto de 2018


Maldad inherente que no deja de expresarse. Perversión que envilece el aire más puro que se pueda respirar. Oscurece el cielo más diáfano, desatando tormentas de dolor. Ponzoña que hiere y ataca sin distinguir entre Dios, el Diablo o sus hijos. Su veneno fluye con pena y sin gloria. Quema todo a su paso. Envenena hasta las entrañas más sucias de una porqueriza abandonada.


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