Hoy no soy el que escribe. Es la tinta
de la ira que una vez más despierta y se expresa. Los signos se pulsan desde un subsuelo oscuro y cerrado. Escondidas en esa negra y silenciosa humedad, surgen letras desesperadas. Ni
siquiera pienso, se dispara sola la angustia y acierta en el blanco que
preferiría nunca ver. Un blanco de dolor. Dolor que llora sin pausa, sin
camino, sin metas. Lágrimas que no mojan, pero arden. Corroen las entrañas con
su ácido mordaz y caliente. Queman. Forman un rió de lava que deja una estela roja y fluye
sin pausa. La vieja herida deviene en surco profundo. Ya no extraño, sufro.
Sufro de bronca. De bronca y de ausencia.
lunes, 6 de agosto de 2018
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