Para Claudia (textos de 2018)
1-Gracias
mi amor. El texto me hace pensar aquello que mucho no te gusta escuchar (en
este caso leer). Se que es una conjetura sin sentido alguno. El caso, es que ese
niño todavía sueña haber conocido a una pequeña como vos. Haberse reído juntos,
mostrarte la travesura de haber conquistado nuevas figuritas en el colegio o
las veredas polvorientas de tu pueblo. Compartir la lectura de algún libro de
Iridium o Robin Hood. Encontrarnos en medio de infinitas miradas cómplices y,
en definitiva, sentir por primera vez nuestros labios de una manera nunca antes
conocida.
2-Hola
Claudia. Este correo tiene el sublime objeto de seducirte. Sé que la escritura,
esa sucesión de letras, palabras y emociones acompañadas de puntuaciones, es un
hierro ardiente cuando fluye junto a tus emociones. Mi
lenguaje es pobre en algunos campos y escenarios de la creación literaria. Tal
vez, mi formación, demasiada académica. Quizás, muy evidente mi falta de conexión con las
musas que a otros le susurran bellas ideas. Pero. Bueno. Tampoco mi alfabeto carece
de toda conexión de ideas en otras aguas tal vez menos claras. En cambio, tu forma de escribir sigue otros flujos, otros canales. Se
encuadra mucho mejor con la sensibilidad profunda de emociones y metáforas. Tus
sílabas se combinan en otra madeja de sentidos los cuales yo solo puedo mirar
de cerca. Y, en algunas ocasiones, rozar y desenredar con mis dedos hechos
palabras. Seguramente
tendré otros atributos para conmover fibras íntimas anudadas en tu interior.
Ellos no pasan obviamente por la sucesión de situaciones pletóricas de
sufrimientos que no siempre tendrían que conectarse con tus oídos. Tampoco por
las frases tan extensas que aquí escribo desoyendo los consejos de estilo. Pero
bueno. Es lo que hay (por ahora, quién te dice.,)
3-Primero
pensé que era el frío. Este clima razonable que llegó en este otoño tan
extraño. Pero no. Cuando sentí esa sensación tan desagradable me percaté que
estaba en una habitación por primera vez calefaccionada esta temporada. La
máquina me miraba absorta y parecía reírse de mí. No podía escribir nada en
ella. Mis dedos entumecidos no respondían a las órdenes de mi mente. Flotaba en
el ambiente una atmósfera extraña y opresiva. Mi pensamiento viajaba entre
distintas posibilidades. Pero no encontraba puerto seguro que explicara la
deriva. ¿Qué sucedía? ¿Por qué esta incapacidad de expresar por escrito mis
sentimientos hacia vos? No podía saberlo. Si creyera en los demonios, hubiera
pensado que el diablo metió la cola. Como decía mi abuelo Prudencio en esos
años de desesperantes sequías en sus tierras ya de por sí pobres y resecas. Entonces
me resigné. Incluso el teclado de la computadora se cansó de mofarse de mí.
Intentaba estimularme prendiendo luces en algunas de sus letras. Incluso
proponiéndome palabras completas que deslumbraran tu sentir. Pero no. Nada
podía permitir que mis extremidades, mis manos, dibujaran siquiera una letra en
su pantalla.
La
ansiedad creció y con ella vino la derrota. Lloré, me estremecí y me aterroricé
ante la posibilidad de no poder escribir nunca más. Abandoné todo intento. En
eso prendiste la televisión. El noticiero trajo una nueva noticia -otra más y
van...- acerca del despojo salvaje en nuestro país. No pude contenerme y traté
de escribir sobre el tema. Oh sorpresa, pude hacerlo como siempre. Mis dedos
dibujaron hábilmente todo tipo de trazos y pensamientos. Quedó redactado un
pequeño artículo que deslumbró tu intelecto y te hizo sentir orgullosa de
Rafael. Me
emocioné. Intenté nuevamente escribirte. Enamorarte y enamorarme mediante lo
que lograra expresar, pero nada. Entumecimiento y ese clima denso y perturbador
a mi alrededor. Se me ocurrió una idea. Escribir del triunfo de Boca. Todo
bien. Hasta pude contar los goles y alegrías con el mejor detalle. Se hizo
evidente. Hoy no puedo escribir sobre el amor
4-Volviste.
Ahora tenemos que intentar conocernos.
-Bueno,
lo cierto es que estamos, amor.
-Estamos.
Claro que estamos. Vamos y venimos. Y lo mejor es que siempre seguimos
intentando conocernos.
5-La inconciencia de las sabanas
mientras dormís, o la conciencia que se despliega haciéndole trampa al deseo
reprimido. Lo engaña y lo deja salir. Sale a pasear conmigo, con nosotros.
Juega y vence resistencias que durante el día ríen triunfales al derrotar a la
pasión que asoma. Tímida y vergonzosa, pero traviesa y paciente al fin. Ahora
sabe que algunas noches tendrá revancha.
Viajará junto a mí ser por zonas conocidas y, tal vez cada tanto,
explorarán alguna tierra nunca arada. Nuestros cuerpos crujen en movimientos,
alientos y silencios que se comunican y se anudan. Se trenzan y despliegan en
un Nosotros.
6-Es sólo una imagen que engaña, pero en mi
inocencia le creo. Me permite verte caminando cuando recién empezabas a
conocer que existías. Cuanta tranquilidad trasluce esa plaza. Sosiego y
armonía de pueblo chico, vientos de olor a cal. De silencio, pero de cuentos
insidiosos. ¿Estarán tus pasos marcados en el dibujo? Tal vez sí. Pero no
los veo. Quiero imaginarlos, lo logro. Sin embargo, busco tu cara y
parece esconderse entre diáfanos colores. Sólo veo imitaciones desiguales que
transitan rutinarios caminos escolares. Te pienso en paseos, juegos y
tristezas. Todo aquello que puede albergar esa manzana de árboles y asientos.
Te observo de niña y adolescente. Mirando chicos, pájaros, o hacia la nada. Con
expresiones inocentes, esperando un tiempo de todo, de sueños
probables e imposibles. Tal vez sorprendida de ver jugando al verde y el
amarillo en una alfombra de otoño. Como me gustaría cambiar la lámina por una
foto donde fueras vos la del blanco y planchado delantal. Como me gustaría
tomar una tijera, recortar tu silueta y abrazarte. O, mejor aún,
trasladarme en un pase de magia a ese tiempo y espacio. Buscar una pluma
certera que me dibuje a distancia y me incluya en tu dimensión. Y rogar que un
viento fresco y travieso arremoline infinitas hojas para que no puedas verme.
Y un día, muchos años después, hoy mismo quizá, contarte que te
vi hace tanto que parece siempre.
7- Con cada nueva lectura, te voy conociendo y queriendo más.
Con cada letra, cada signo y cada silencio que compartimos, se va
entrelazando el conocernos con el querernos.
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