Pienso la
lluvia y me encuentro con tus misterios.
sábado, 9 de noviembre de 2019
Atardece.
Nuestros cuerpos se doblan, se funden en movimientos de ajedrez nunca
aprendidos. Las miradas, traviesas, se cruzan, se juntan, se desvían. Los
labios, no pueden ni quieren ignorarse, se buscan. El seductor juego
del amor, permanece como hace siglos. En su infinita permanencia, le damos
nuestra única forma.
Entre las miserias cotidianas, un oleaje de
alegría baña, furtivamente, las costas de nuestra vida. Por momentos, la marea
se mantiene alta y el oasis de la felicidad simula una nueva fantasía. Sin embargo,
las aguas bajan y muchas veces turbias. A diferencia del Nilo, no siempre queda
el humus rico y fértil. En ocasiones, lo sucedáneo, es el pútrido olor
nauseabundo de la lucha por sobrevivir.
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