Atardece.
Nuestros cuerpos se doblan, se funden en movimientos de ajedrez nunca
aprendidos. Las miradas, traviesas, se cruzan, se juntan, se desvían. Los
labios, no pueden ni quieren ignorarse, se buscan. El seductor juego
del amor, permanece como hace siglos. En su infinita permanencia, le damos
nuestra única forma.
sábado, 9 de noviembre de 2019
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