domingo, 26 de julio de 2020

Afuera, sin aviso, los  brillos de las luces se extinguieron. Ahora son solo semáforos;  un hábil ladrón les robó toda su  poesía. Dentro, cada rincón de la casa parece una porción fría de cemento y reboque sin sentido. Las puertas de las habitaciones, antes siempre abiertas, hoy ruegan por cerrarse y aliviar el ruido invasor. Hasta la mejor comida perdió gran parte de su sabor. Es solo un momento necesario para evitar el hambre. Nuestro hogar es, ahora, una trinchera desguarnecida y anegada asaltada con previo aviso.Por momentos, todo se asemeja a la nada perversa, activa y desgastante. A un rostro trabajado por el dolor, surcado por ríos de lágrimas silenciosas; aguas heladas y silenciadas por tu ausencia. Me siento el director de mi propio desfile de dolor. De ejércitos de amargura desfilando solitarios sin destino. 

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