Por momentos, a nada, a poco,
le encuentro sentido. Sin embargo, lo más difícil de soportar es que el
sentido no me encuentra a mí. En muchas ocasiones somos verdaderos ajenos
perdidos en los
vericuetos de un laberinto sin luz, sin fin. Alguien entra e ilumina sus
caminos, y todo es más fácil y alegre. Pero son sólo oasis donde se
distrae la dura lucha de existir en un desierto árido y tórrido.
Que quema
y hace arder, a una existencia que no logra resolverse en sí
misma. O me invade y angustia al tratar de penetrarla y entenderla. O sólo
encuentra escapes promisorios, pero esquivos y transitorios. Tal vez ahí
este el secreto. Tal vez eso sea la existencia. E intentar
explicarla, sea sólo una trampa neurótica de
ansiedad e impotencia.
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