Su finalidad es trasladarnos en el Espacio; no hay duda. Sin embargo, con solo ingresar en sus oscuros pero iluminados pasadizos, las antiguas estaciones del subte porteño nos permiten -por el mismo boleto- viajar en el Tiempo. Vías, túneles y entorno son tan similares al pasado, que engañan nuestros sentidos y escapan a la modernización forzada de la superficie. Los claroscuros permanentes, la espera cansina y silenciosa de cientos, la ausencia de sonidos y los ruidos de siempre, por momentos parecen trasladarnos a un laberinto atemporal. Solo el ingreso de nuevos vagones a la terminal desierta y mojada, logra interrumpir la engañosa magia nostálgica en este invierno gris y destemplado de hoy, pero de hace 50 años.
viernes, 29 de marzo de 2024
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