Cien veces nos cruzamos y te ignoré. Tal vez me llamabas y no pude
escuchar tu chistido ansioso e imperceptible. Pero ayer, por fin, te contemplé.
Un conjunto de luces. Pequeñas cajitas con cientos de historias tan
distintas, tan ignoradas. Un impulso a la fantasía eterna y sin
límites. Sentado, la visión era distinta. Sólo veía tus cabezas tan bellas
como misteriosas. La calle, la gente, los ruidos no interferían tus claroscuros
de domingo. La habitación se transformó en un micromundo de paz. Y no faltaba
nada. También estabas vos.
miércoles, 22 de mayo de 2019
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